Belén Santana de Denis, supernova de vida_Lourdes Denis Santana

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Esta reseña fue escrita el 11 de mayo de 2003 en homenaje a
María Belén Santana de Denis, con motivo del DÍA DE LA MADRE

María Belén Santana de Denis MAMÁ: SEÑORA DE LUZ...
SUPERNOVA DE VIDA, FORJADORA DE SUEÑOS

Josefina Denis de Dávila

Para escribir sobre mamá basta sólo llenar la pluma con la tinta del corazón y dejar que las palabras fluyan espontáneas convertidas en olorosas flores que inunden con su perfume nuestra historia . Basta llenar el alma con su imagen para que brote el destello mágico de inspiración que hace sonar su recuerdo convertido en melodía.. Mamá, un poema hecho canción ...Un encuentro con lo grandioso... Una historia divinamente sublime...

Un cuento que comienza con el aroma de las flores silvestres y el olor a frutos recién cosechados de los primeros años de la vida de mamá que debieron haber transcurrido sumidos en la dulce ignorancia de la infancia entre juegos y risas sin impactos relevantes que contar hasta que la burda mueca de la muerte apareció y con un zarpazo cruel e imprevisto se llevó su madre a vivir, a decir de muchos, a otra dimensión cambió de onda y se perdió su frecuencia. De alguna manera quizá siguió viviendo, pero lo real, lo que se recuerda, lo que quedó en el alma de mamá fue el inmenso vacío que dejó su ausencia.

Era la madre quien llevaba el timón, al tener que abandonarlo tuvo que venir el relevo y mamá se encargó del barco y tuvo mantenerlo a flote para que el remolino de la depresión y la tristeza no lo hiciera zozobrar. Difícil debió haber sido soportar ese tornado de angustia ,ese lacerante dolor que apurruña el alma, esa garra que aprisiona la garganta y embota los sentidos, que agota la reserva de lágrimas y enrojece y seca los ojos. Dirigir un barco con una tripulación sin capitana no debió haber sido tarea fácil.

Pero no hubo mucho tiempo para el luto, a la mañana siguiente, de madrugada, con el frío que entumece y amorata la piel, con los ojos enrojecidos por el llanto y bajo el terrible impacto del dolor había que pararse a amasar con lágrimas el maíz de las arepas del desayuno, pensar en la comida del almuerzo y lavar la ropa teñida de sangre de la muerta. No más escuela, no más juegos de niña, no más tiempo libre . Sólo el trabajo duro e inclemente, el que tiempla el espíritu y acera la voluntad. Esta es la historia de mamá.
El reloj, que no conoce de tragedias humanas, continuó su camino; la rueda inexorable e indetenible del tiempo, indiferente también a cualquier drama, siguió impasible su vuelta.

Detrás de las barreras de montañas bullía un mundo desconocido del que sólo llegaban noticias muy de vez en cuando. Y también muy de tarde en vez llegaba algún forastero como aquella maestra, que en su soledad de viuda sin hijos se llevó a una de las niñas cuando la cambiaron de escuela. Pertenecía a esa estirpe de héroes, suerte de intelectuales errantes, apóstoles educativos que estando a la disposición y servicio de la patria navegaban por ella enseñando a ver.

Por aquel camino polvoriento mamá las vio partir y de nuevo el desgarramiento del alma, el llanto silencioso en las noches, el recoger de recuerdos, seguido de nuevo por la monotonía de la rutina y el cansancio del trabajo, hasta que un día por ese mismo camino llegó la familia de los ojos azules. Ellos hablaban de otras tierras, de otras montañas, de lo salado del mar, de los trenes, de sabanas, de ríos, de plantaciones de caña y de hornos para hacer carbón.

Supo entonces que más allá de esas murallas, más allá de ese mar estacionado en el horizonte había un mundo diferente al que se llegaba por el camino polvoriento por el que se fue su hermana y por el que llegaron estos forasteros. Ella sentía los latidos de ese mundo desconocido.
Y empezó el deseo de conocerlo y comenzaron los sueños...

Los de los ojos azules, alegres y escandalosos, desordenados y despreocupados, con una visión menos rígida y austera de la vida, con esa forma desenfadada y despreocupada de encontrarle el chiste a la cosa, vino a darle un giro diferente a la visión del mundo, del trabajo y del vivir. Llegaron para cambiar para siempre la sequedad de esa vida monótona y ensimismada de aquellos que se dejaban ahogar por las tragedias rodeándose de mutismo y amargura. Comenzaron a florecer los colores a partir de los diferentes matices de grises.

En la mirada azul y alegre de una joven, inculta pero trabajadora y poco exigente que asumió los problemas propios y los de su pareja encontró mi abuelo la solución a su soledad.

Mamá halló el galán de sus sueños. Quizás no era todo lo alto que ella esperaba, ni todo lo romántico que hubiese querido pero el relámpago de esta unión produjo un corto circuito de química, una explosión de vida que cambió el curso de su historia y convirtió el polvo de estrellas del que se dice está hecho el universo en trece cabecitas, suerte de computadoras recién inventadas, iluminadas con ojitos de colores y piecitos aventureros que poblaron su vida de mortificaciones, adornaron su casa de risas y llenaron sus patios de travesuras.

Doña Belén María, señora de su casa, heredera de la cultura de la discreción, de la importancia de los buenos modales y de la conciencia de los más altos valores espirituales, cariñosa y amable pero indómita y fiera, nunca aceptó la sumisión incondicional. El señor de la casa un loco adorable, descalabrado y ausente, indiferente y risueño. Su filosofía si es que la tenía era no darle vueltas al asunto, no leer entre líneas, no hacerle cerebro a lo que siempre le parecía transparente y darle cero importancia a lo turbio o lo confuso. Fue ese ver la vida a través de la risa, ese burlarse de todo, ese modo ignorante y atarantado de actuar ese toque mágico de locura el que produjo la brecha por la que salió a relucir en todo su esplendor la personalidad de esta mujer extraordinaria que fue mamá.

Para ella no hubo piedra que no se pudiera apartar, ni distancia que no se pudiera acortar ni escollo que no se pudiera salvar. Hoy sabemos de gentes que ven en la muerte una forma de vida y en los sacrificios la manera de alcanzarla. Si hubiese tenido el tiempo quizá hubiese analizado la propuesta pero no lo tuvo y si lo hubiese hecho, quizá hubiere llegado a la misma conclusión. La vida como prioridad, ese fue el enfoque de su filosofía. Vivir y hacerlo bien fue la meta que se planteó. Por ello luchó y hacia allá dirigió todo su esfuerzo.

Su hermana, la que se fue, llegaba de vez en cuando de visita cual diosa que baja al mundo terrenal, así la veía mamá, precedida de música celestial y adornada de arabescos y tules. Con sus modales de gran dama, sus ropas lindas y a la moda, sus uñas pintadas, su hablar bajo y delicado, sus palabras cuidadas y sus modales refinados, su sonrisa pícara y estudiada que hacía resaltar el hoyito de su mejilla, deliciosamente perfumada y delicadamente culta, en contraposición a la rudeza de las manos de mamá, a sus vestidos raídos y viejos, a su comportamiento desprovisto de coquetería . a la conducta marcada por la lucha por la supervivencia y el trabajo rudo. Ella, su hermana venía de un paraíso desconocido que ella se propuso que sus hijos conquistaran.

Así, con la distancia en su contra, con la naturaleza oponiéndose, con más posibilidades de fracaso que de éxito, enfrentando envidias, comentarios adversos y visiones pesimistas fue mandando a cada muchacho a estudiar. Había que tener valor para verlos irse por meses, uno o dos cada año, alejarse para enfrentar un medio que resultó ser en ocasiones hostil, cruel y humillante.
Su mundo de límites imaginarios, de normas verbales estrictamente establecidas, incontaminado, desconocía la maldad y la astucia humana y muy pronto los muchachos cayeron en cuenta que no todo lo que estaba detrás de sus montañas era oro, pero el coraje y la fuerza del espíritu de mamá no dio cuartel y contra viento y marea no solo logró su objetivo sino que lo superó con creces. Las puertas cerradas para ella se abrieron y su mente, en el cuerpo de hijos y nietos traspasó fronteras. Su visión futurista llegó a los confines de su vida, superó sus límites y hoy vuela por el espacio al ritmo del tiempo y a la velocidad requerida, superando la mediocridad del entorno, rompiendo barreras mentales, alcanzando respeto, neutralizando humillaciones enseñando, en fin, que el límite es el cielo. Su voz diciendo verdades universales se escuchará mientras el bien exista.

Mamá, la supernova de vida, entendió desde siempre que la existencia no es sólo biológica, que hay nacimiento de espíritu y que también él crece a fuerza de constancia, tesón y trabajo. Ponerse una meta, luchar por ella y agarrar de la mano y halar hacia arriba todo el que quiera empatarse en la lucha, sin atropellar ni ofender a nadie, usando el ejemplo como enseñanza y obligando al destino a plegarse a la voluntad, acomodando, de paso, el dios de su fe, a su verdad. Creer en algo y luchar por eso aunque la vida se vaya en ello fue su enseñanza universal y eterna, la que construye patrias bonitas, enseña democracia, habla de tolerancia, convivencia, prójimo y amor, honestidad y respeto.

La visión futurista y moderna de su pedagogía materna enmarcó la enseñanza de los muchachos dentro de los conceptos de justicia, respeto y honor, pero fue en la mente de las muchachas donde utilizó todo el poder de su espíritu rebelde para esculpir su férrea conciencia de libertad intelectual, espiritual y económica sin distingo de sexo. Concepción educativa inconcebible para las madres de una época marcada por un machismo insolentemente excluyente que consideraba la mujer como una herramienta de trabajo y un instrumento de uso personal del hombre.

Con esa mentalidad democrática se esforzó para que todos los hijos tuvieran la misma oportunidad de prepararse para enfrentar la vida respetando su entorno pero haciéndose valer como persona sin distingos, manteniendo siempre la hermandad.

Hoy ese llamado ferviente e insistente a la unidad, está vigente más que nunca en la familia de mamá y en esta sociedad nuestra que se ha convertido en una vorágine de pasiones donde los vientos ardientes de guerra parecen querer soplar para conducirnos a la separación y a la violencia y donde el candelero de la incomprensión pareciera querer arder para hacer quemar un hermano por otro en una hoguera inclemente donde los objetivos egoístas y miopes atacan la paz espiritual opacando las voces de las madres clamando por tolerancia y respeto.

Su espíritu brioso e incansable luchó siempre pero se cansó de cargar un cuerpo viejo y enfermo y decidió un día desligarse de él... lentamente... como para acostumbrarnos a la idea... Pero no pudo decirle adiós por última vez a su amada montaña, se alejó en el último minuto de su existencia para morir en otra parte sin darle un último vistazo a ese retazo de tierra que nunca quiso abandonar y que ya casi se había acostumbrado a estar huérfano de su mano que lo sembraba del verde de sus plantas, de los colores de sus flores y de los sabores de sus frutos.

Mamá era parte de ese monte, estaba sincronizada con él, escuchaba sus latidos, entendía su lenguaje, captaba sus vibraciones , sentía la risa del viento, los gritos de angustia de los árboles sedientos, el ardor de la quema, las grietas de la sequía, la alegría del trastabillar de la lluvia, el dolor de muelas de los animales. El monte le retornaba sus caricias y mimos convertidos en frutos y flores, le regalaba sus aguas, su fuerza, su energía... la vida. Hoy la presencia contaminante, indolente y distorsionante de personas extrañas han hollado la intimidad de ese refugio que ella con tanto celo trató de resguardar durante tanto tiempo, sin que su voz se escuche para protestar.

Pero la muerte no puede ser la negación de la vida. Un espíritu como ese no puede morir, tiene que estar vivo en alguna parte, quizá se encuentre difuminado en la luz que trascendiendo las fronteras de sus montaña se encuentra diluida en cada rayo de sol que nos alumbra, en cada sorbo de aire que tomamos, en cada pensamiento bueno que tengamos...
Ciertamente, con la tinta del corazón se puede dibujar no solo una mamá sino también un retazo de patria, un pedacito de suelo, una proyección hacia el espacio, una historia del pasado y un sueño de futuro porque la madre es parte del todo y el todo está sincronizado con ella.

¡Bendición mamá!
Que Dios te tenga en el altar donde están las cosas inmortales, los espíritus de luz y el amor más puro, donde están los poemas eternos, los cantos más sublimes y los sentires más profundos... Quizá nunca te lo dijimos, pero hoy quiero que el mundo sepa que estamos orgullosos de ti.

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Edición: Agosto, 2003 - Copyright © Derechos Reservados